Un estudio danés basado en muestras de una tormenta caída en mayo de 2009 revela que las nubes cargadas de lluvia, rayos y truenos también están repletas de bacterias y sustancias químicas, concretamente hasta 3000 compuestos diferentes encontrados de manera habitual en el suelo.
De los microbios descubiertos en las piedras de granizo analizadas por los científicos, existen tres tipos que podrían considerarse “típicos” habitantes microscópicos de un nubarrón tormentoso:Proteobacteria, Sphingobacteriales yMethylobacterium. Y coinciden con tipos de bacterias que suelen vivir asociados a la superficie de las plantas, según publican los investigadores en la revista PLOS ONE.
Los autores sostienen que la abundancia de ciertos microbios en el granizo de las lluvias de tormenta revela qué microbios sobreviven mejor a los procesos que implica el ciclo de vida de una nube. Y que esto podría afectar a la distribución de los microorganismos a lo largo y ancho del planeta. Dicho de otro modo, las bacterias no solo nacen, se reproducen y se seleccionan a ras de suelo, sino también en la atmósfera. “Las nubes de tormenta son los hábitas más extremos de la Tierra donde hemos encontrado vida”, concluyen los autores del trabajo.
De los microbios descubiertos en las piedras de granizo analizadas por los científicos, existen tres tipos que podrían considerarse “típicos” habitantes microscópicos de un nubarrón tormentoso:Proteobacteria, Sphingobacteriales yMethylobacterium. Y coinciden con tipos de bacterias que suelen vivir asociados a la superficie de las plantas, según publican los investigadores en la revista PLOS ONE.
Los autores sostienen que la abundancia de ciertos microbios en el granizo de las lluvias de tormenta revela qué microbios sobreviven mejor a los procesos que implica el ciclo de vida de una nube. Y que esto podría afectar a la distribución de los microorganismos a lo largo y ancho del planeta. Dicho de otro modo, las bacterias no solo nacen, se reproducen y se seleccionan a ras de suelo, sino también en la atmósfera. “Las nubes de tormenta son los hábitas más extremos de la Tierra donde hemos encontrado vida”, concluyen los autores del trabajo.
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